Mucho
tiempo fui cristiano; creía en ese dios padre soltero que sólo
acepta varones como representantes. Creía en el dios bipolar que
casi todo el mundo adora: misericordioso y todo amor, pero también
sensible a la lisonja, vengativo y arrogante.
Luego
cuestioné su existencia, y durante mucho tiempo creí que:
Considero
las escrituras sagradas como un relato de crónicas históricas, con
algunas buenas enseñanzas, pero no creo en su contenido como “la
palabra de Dios”. Llegan a nuestras manos luego de ser editadas
durante 1200 años por una élite que se autodefine “embajadores
del amor de Cristo” y lo demuestra protegiendo criminales, practica
la discriminación con pasión inquisitoria contra todo lo que
pudiera amenazar sus intereses: indígenas, negros, judíos, paganos,
sanadores, y en particular si además son mujeres y niños.
En
la Biblia fueron tergiversados muchos conceptos, fueron arrancados
relatos enteros porque su contenido no conviene a los intereses de la
iglesia. Después de eso nos dicen “esta es la palabra sagrada” y
nos dan este mapa, en el cual cambiaron malintencionadamente las
claves para acceder al tesoro.
En
el mundo occidental y cristiano, somos criados bajo los conceptos
morales y éticos que estos personajes inmorales y sin ética han
impuesto como modelo; somos adoctrinados para encajar dentro de este
“Sistema”.
Por
éstas y otras opiniones soy considerado un rebelde, mote que me
resulta sinceramente grato.
Como
maestro, entiendo imprescindible que mis alumnos sepan de mi propio
texto lo que vibra en mi interior.
Luego
de mucho tiempo y algunas intensas vivencias en distintos planos de
la misma realidad, ya no creo en un dios padre.
La
Divinidad no tiene género; si lo tiene es femenino y por lo tanto no
es el dios, sino La Diosa.
CREO
EN UNA DIOSA MADRE QUE ES PURO AMOR INCONDICIONAL.
Eso
no deja lugar para el dios que hace una fogata donde arrojar a sus
hijos cuando se niegan u olvidan arrodillarse para satisfacción de
la suprema arrogancia, un dios que pretende que olvidemos nuestra
naturaleza animal y desperdiciemos la encarnación pidiéndole perdón
por ser tan humanos.
La
Diosa nos ama gracias a nuestra condición humana, ella nos creó
así.
Si
la Madre Diosa me ama como soy… ¿por qué debo ser otra cosa? Si
no me gusto a mí mismo es porque busco encajar en las expectativas
que otros tienen de mí, en lugar de aceptar, conocer, valorar y
realizar mi propia persona hecha a su imagen y semejanza.
No
fuimos hechos para encajar: fuimos hechos para sobresalir.
Soy
un rebelde. No un revolucionario, no un inconforme: un rebelde.
Es
un malentendido el pensar que ser rebelde es ser inconformista
o revolucionario.
El
inconformista es un reaccionario. Actúa desde su rabia, su
violencia, su ego. Su acción no surge de la consciencia. Aunque vaya
contra el sistema, el solo hecho de estar contra no implica
necesariamente estar correcto. De hecho, la mayoría de las veces el
moverse de un extremo a otro es moverse de un error a otro.
El
rebelde es un tremendo equilibrio, y eso no es posible sin
consciencia, sin estar alerta y sin un inmenso amor. No es una
reacción, es una acción: no contra lo viejo, sino por lo nuevo.
El
inconformista sólo está en contra de lo viejo, en contra de lo
establecido, pero no tiene ninguna visión del futuro, ninguna
concepción creativa del por qué se opone. ¿Qué hará si triunfa?
Se encontrará perdido y totalmente avergonzado. Nunca lo ha pensado.
No se ha sentido avergonzado, porque nunca ha triunfado. Su fracaso
ha sido su refugio.
Cuando
digo reacción, quiero decir que su orientación es básicamente
dependiente: no está actuando impulsado por la libertad e
independencia. Esto tiene profundas implicaciones. Quiere decir, que
su acción es solamente un subproducto; también quiere decir que su
acción puede ser controlada muy fácilmente.
El
inconformista está siempre en manos de la sociedad y del sistema. El
sistema sólo tiene que ser un poco más inteligente y astuto, y
entonces puede usar al inconformista muy fácilmente, sin ninguna
dificultad. Un inconformista está siempre en contra: si todos van a
la derecha él irá a la izquierda, si la mayoría sube, él baja. Se
le indica algo y él hace lo opuesto; es muy fácil de controlar.
Pero
el sistema no puede usar al rebelde, porque él no está reaccionando
a éste: tiene una visión de la humanidad nueva. Está trabajando
para crear ese sueño, para transformarlo en realidad.
Si
está en contra del sistema es porque este es un obstáculo para la
realización de su sueño. Su foco no es el sistema. Su foco está en
un futuro desconocido, en una posibilidad potencial. Actúa impulsado
por su visión, por su sueño. Su consciencia decide en qué
dirección quiere ir.
Esta
es la diferencia entre reacción y acción: la reacción es siempre
determinada por tu enemigo. Quizás nunca lo has pensado, que en la
reacción es el enemigo el que está en posición dominante, él está
decidiendo tu acción. Lo que sea que tú vayas a hacer, está
decidido por él.
La
sociedad y el sistema no pueden concebir al rebelde, porque no tienen
siquiera una visión fragmentaria del gran sueño que el rebelde
lleva en su alma. Todas sus acciones provienen de ese sueño, son
perpendiculares al sueño colectivo. No está contra la sociedad,
está a favor del hombre nuevo.
Su
actitud es positiva, no negativa. No está enojado con la sociedad,
está lleno de amor por ella. Sabe cuánto ha sufrido el hombre,
cuánto y por cuánto tiempo ha vivido en miseria. ¿Cómo puede
estar enojado?
Ni
siquiera se queja del sistema: Está creando este mundo nuevo de tal
manera que este sufrimiento, esta miseria y esta sociedad
desaparezcan y que el hombre pueda vivir más naturalmente, más
hermosamente, más amorosamente, más pacíficamente, gozando de
todas las riquezas que esta existencia le brinda, de todos los
invalorables regalos de la vida.
Libertad,
amor, verdad, iluminación y el supremo florecimiento de su ser: todo
está disponible aquí y ahora.
Las
viejas estructuras fueron creando más y más impedimentos y
obstrucciones contra el crecimiento del ser. Si el rebelde está
contra esos obstáculos, es para permitir que el hombre nuevo viva
sin cadenas ni prisiones, fuera de los campos de concentración de
los dogmas: tan libre como un pájaro en vuelo, tan libre como un
rosal que danza en la lluvia, en el sol; tan libre como la luna
moviéndose en el cielo más allá de las nubes, en su extrema
belleza, dicha y paz.
El
rebelde es un ser totalmente diferente del revolucionario o el
inconformista. Recuerda esto: ser inconformista es fácil, ser
revolucionario no es muy difícil… pero para ser un rebelde
necesitas de una tremenda transformación.
Cuando
eres rebelde amas, pero tu amor no es superficial. Vives, pero tu
vida es fuego.
¿Cuál
es la diferencia entre el rebelde y el revolucionario?
El
revolucionario es parte del mundo político, su enfoque es político:
piensa que cambiar la estructura social es suficiente para cambiar al
hombre.
El
rebelde es un fenómeno espiritual. Su actitud es absolutamente
individual. Su visión es que, si se quiere cambiar la sociedad, el
cambio comienza en el interior del individuo.
La
sociedad en sí misma no existe; es sólo una palabra, como rebaño,
como muchedumbre. La encontramos como consecuencia de los individuos,
nunca como su causa. Donde sea que encuentres a alguien, encontrarás
al individuo.
“Sociedad”
es sólo un nombre colectivo, no una realidad: la
sociedad
no tiene sustancia.
El
individuo
tiene
alma,
tiene una posibilidad de evolución, de cambio, de transformación;
por tanto la diferencia es tremenda. Si la consciencia cambia,
entonces la estructura social cambia. En sentido contrario no
funciona; y esto ha sido probado por todas las sociedades:
feudalismo, socialismo, capitalismo, fascismo, liberalismo,
comunismo, cristianismo, todas han sido ideas revolucionarias…
todas han fracasado.
La
consciencia de la humanidad no ha crecido por siglos. Sólo muy de
vez en cuando un individuo florece: un Buda, un Jesús…
Pero,
en millones de personas, el florecimiento de un hombre no es una
regla, es una excepción. Y como está solo, la muchedumbre no puede
tolerarlo. Se convierte en una clase de humillación: su misma
presencia se vuelve insultante porque nos abre los ojos, nos hace más
consciente de nuestro potencial y nuestro futuro.
Hiere
el ego no haber hecho nada para crecer, para ser más conscientes,
más amorosos, más dichosos, y más creativos para hacer un bello
mundo a nuestro alrededor. Nuestra existencia no ha sido una
bendición: aun en nombre de Jesús hemos traído violencia, celos,
codicia, envidia, se enseña el miedo en lugar de la Fe.
Jesús
nos hiere porque él ha florecido, se amó a sí mismo y nos amó
(“ama a tu prójimo como a ti mismo”:
nadie puede dar lo que no tiene)… y nosotros estamos ahí parados.
Las primaveras vienen, van y nada florece en nosotros, ningún ave
hace su nido en nuestro pecho ni cantan a nuestro alrededor. Es mejor
crucificar a Jesús, hacerlo a un lado, de modo que no nos sintamos
espiritualmente inferiores.
Jesús
fue y será siempre un individuo peligroso para quienes ponen las
reglas de la sociedad, quienes pastorean (y esquilan) al gran rebaño.
Estos “arrieros de devotas ovejitas” aseguran que los milagros
son patrimonio exclusivo de Jesús, porque él era la divinidad.
Entonces
nosotros, ¿qué somos?
Jesús
nos enseñó: “si
tienes Fe como un grano de mostaza, cosas mayores que las que yo he
hecho tú
puedes hacer”.
¿Caminar
sobre la mar? ¿Transformar el agua en vino, multiplicar panes y
peces? ¿Sanar
con las manos, con la mirada amorosa, con un soplo de vida?
Si
preguntamos por qué nos muestran a Jesús sufriendo en la cruz,
siempre dirán mintiendo que es “para venerar su sacrificio, él
murió por nosotros”, ocultando la verdadera razón de esa
imagen: advertirnos en forma sutil cómo podemos terminar si hacemos
lo mismo… asusta un poco, ¿verdad?
Lo
que estoy diciendo crea un sentimiento de inseguridad: da miedo desafiar las verdades impuestas. Pero, ¿qué
es la seguridad? ¿Hay algo seguro en la vida? ¿Existe la seguridad,
o es solamente una idea, una idea consoladora que el hombre se ha
creado para sí mismo? ¿Qué seguridad existe?
La
gente de Hiroshima y Nagasaki fueron a dormir con absoluta seguridad;
y por la mañana no había más que fuego y cadáveres. No quedó
nada vivo, ni los árboles, ni los pájaros, ni los animales, ni las
personas. Toda la vida simplemente desapareció. ¿Cuál es la
seguridad que existe?
¿Crees
que esos seis millones de judíos alguna vez creyeron que las cámaras
de gas serían su fin, que en cuestión de minutos saldrían por la
chimenea convertidos en humo? ¿Qué seguridad existe?
La
muerte puede venir en cualquier momento, y siempre viene sin aviso,
ninguna advertencia. Nunca ha habido seguridad mayor que estar
muerto: no pueden matarnos otra vez, las enfermedades no tienen nada
que hacer con nosotros, no hay que preocuparse por el futuro.
Sin
embargo seguimos viviendo con esta idea de seguridad; y cada vez que
surge la idea de ser un rebelde, inmediatamente pensamos en la
seguridad. ¡Pero no tenemos ninguna seguridad!
El
rebelde lo comprende: no hay seguridad, por lo tanto no la pide. Vive
en inseguridad, porque ese es un hecho real de la vida. No puede
evitarlo, no puede prevenirlo, así que no hay necesidad de
preocuparse al respecto. No pierde tiempo innecesariamente.
Tenemos
que cambiar nuestra consciencia, crear mayor energía meditativa en
el mundo, crear más amor. Tenemos que dejar atrás al hombre viejo y
sus ideologías, sus discriminaciones, y crear un nuevo ser con ojos
frescos, con nuevos valores: una discontinuidad con el pasado. Ese es
el significado de rebeldía.
El
inconformista se queja pero no propone cambios. El revolucionario
intenta cambiar lo viejo. El rebelde abandona lo viejo, así como la
serpiente abandona su vieja piel y no mira atrás. A menos que seamos
rebeldes, la humanidad no tiene futuro. Sólo el hombre nuevo puede
salvar a la humanidad, a este planeta y la bella vida en él.
Para
mí, la rebeldía es la esencia misma de la religión: Es
espiritualidad en su más absoluta pureza.
Yo
no enseño religión, enseño rebelión.