jueves, 29 de octubre de 2015

Cuidado con lo que comes

Cuando mis hijas eran pequeñas solían jugar al aire libre todo el tiempo y, casi a diario, preparar "comiditas" con lo que cosechaban del jardín: tréboles, flores y algunas semillas.
Era muy frecuente que me invitaran "a comer" con ellas, trayéndome sus elaborados platos.
"Mirá papá, hice tallarines verdes, comé"
"Hoy te hice una ensalada"
"Te preparé un churrasco"
Como les enseñamos qué hierbas usar y cuales no, generalmente lo que usaban en sus elaborados menúes lo ponía en mi boca y similaba masticar, para luego escupirlo; ellas observaban con satisfacción còmo degustaba sus "manjares".
Una tarde Camila, que tendría tres años en ese momento, se me acercó sonriendo y dijo "te hice una hamburguesa": en el plato había, además de las flores y hierbas de costumbre, una bolita seca de excremento de perro. Ella estaba expectante, esperando mi aprobación al nuevo ingrediente; yo, consciente que ella ignoraba qué era en realidad aquella "hamburguesa", le dije sonriendo "te quedó lindo el plato, pero eso es caca de perro y no se come".
Camila abrió grandes sus ojos, miró aquello y soltó una carcajada divertida; me sacó el plato, tiró todo al pie del árbol de laurel y volvió a elegir sus ingredientes sabiendo qué cosas no incluiría desde ese momento.

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Años más tarde una amiga me contaba su conflicto: estaba cansándose de cierta actitud habitual de su pareja que, si bien al comienzo de la relación dicha actitud ya era notoria, ella sabía que no era malintencionada y decidió tolerar, esperando que él cambiara con el tiempo.
Entonces recordé la anécdota de las comiditas: yo era absolutamente consciente que Camila no sabía qué era aquello y me lo ofreció con la mejor intención; entonces me pregunté: Si yo hubiese sentido compasión con Camila en aquella oportunidad: ¿Me habría metido la hamburguesa de perro en la boca? ¡Me hubiese preparado más hamburguesas de aquellas y me la tendría que comer!
Y la reflexión fue inevitable: ¿Cuántas veces nos comemos la mierda que otro nos trae "con la mejor intención"?
¿Cuántas veces nos callamos para no herir al otro y nos tragamos lo que no nos gusta?
Cualquiera sea el tipo de relación que tengamos, será un acto de amor y respeto decir con una amplia sonrisa: "*no gracias, yo no como caca*" cada vez que el otro nos de algo que no queremos, y simplemente devolver el plato sin haberlo tocado.

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