jueves, 29 de octubre de 2015

Pecado y Metanoia


En nuestra cultura hacemos un uso erróneo de muchos términos; hay dos en particular cuya mala interpretación ha convertido en infelices a muchos: uno es "arrepentimiento" y el otro es "pecado".
Cuando alguien que ejerce poder sobre nosotros (paterno, religioso, filosófico, etc.) nos incita a arrepentirnos, generalmente busca hacernos sentir culpables; de igual modo, cuando se nos tilda de pecadores nos sentimos sucios, indignos, inmorales, merecedores de algún castigo.
Amo las palabras tal cual son: amo lo que significan, lo que simbolizan, lo que definen.
Arrepentimiento no significa sentirse culpable ni asumir la culpa de algo, sino un "volver al camino", retomar la senda hacia la realización de uno mismo. En el diccionario se lo relaciona al término metanoia: 'conversión entendida como movimiento interior que surge en toda persona que se encuentra insatisfecha consigo misma'.
 Arrepentirse es, por lo tanto, tomar un rumbo de satisfacción interior.
El otro término mal empleado es 'pecador', que tampoco significa culpable, sucio, indigno ni nada que se parezca o remita a esas sensaciones o calificativos. Pecado significa "pie fuera del camino", por lo cual 'pecador' es aquel que ha perdido su rumbo. Hablo, no del rumbo que la moral familiar, social y religiosa promueven - poco importa si esta moral es mejor o peor aceptada, ese no es el punto -, sino del potencial que cada ser ES en sí mismo, de quién es cada uno de nosotros antes de ser enseñado y socializado, más allá del bien y del mal e independiente de ello.
"Arrepiéntete pecador" no es un llamado a dejar de ser felices para seguir a un supuesto embajador de lo desconocido, sino todo lo opuesto: "arrepiéntete pecador" es una invitación a ser quien eres detrás de todas las máscaras, inmenso a todas las reglas, desnudo de todo uniforme; es dejar ya de andar caminos sin sentido para darle por fin sentido a nuestro camino y ser apenas, nada más pero absolutamente nadie menos que uno mismo.

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