Solemos creer que no
todos nuestros deseos pueden cumplirse, que cada vez que logramos una
alegría la vida nos hará pagar con un dolor.
NO.
Por eso Pedro caminó
sobre las aguas varios pasos; luego sus viejas creencias le jugaron
en contra y se hundió. Cuando Jesús lo sacó del agua sólo le
preguntó: "¿por qué dudaste?"...
Nuestros deseos son
susurros del Espíritu; es la Divinidad en nuestra esencia diciendo
"hazlo", "consíguelo", "realízalo":
si nació en nosotros el deseo, es porque debe manifestarse en
nuestra vida, de lo contrario no hubiéramos deseado.
Necesitamos cambiar
nuestras creencias para cambiar nuestra realidad: somos dioses en
fase de crisálida, tal como el hijo del carpintero enseñó:
"cualquiera de ustedes que crea en mí, hará cosas aún mayores
que las que yo he hecho".
Dejemos de creer en
los que dicen servirle y ponen obstáculos como la "indignidad"
y "el pecado": creamos sólo en él y hagamos los milagros
que queramos, pues para esto fuimos creados.
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