jueves, 29 de octubre de 2015

Yo no enseño religión


Mucho tiempo fui cristiano; creía en ese dios padre soltero que sólo acepta varones como representantes. Creía en el dios bipolar que casi todo el mundo adora: misericordioso y todo amor, pero también sensible a la lisonja, vengativo y arrogante.

Luego cuestioné su existencia, y durante mucho tiempo creí que:
  • Era tan débil que la creación se le fue de las manos
  • Era tan déspota que se divertía como un niño con las hormigas
  • Era tan distante que no podía vernos
  • Era tan viejo que ya no le estimulaba su propia creación
  • Era un invento controla-mentes tipo “sonría, lo estamos filmando”, o
  • Era algo más profundo que sus arquetipos, y yo debía descubrir y comprender ese algo.

Considero las escrituras sagradas como un relato de crónicas históricas, con algunas buenas enseñanzas, pero no creo en su contenido como “la palabra de Dios”. Llegan a nuestras manos luego de ser editadas durante 1200 años por una élite que se autodefine “embajadores del amor de Cristo” y lo demuestra protegiendo criminales, practica la discriminación con pasión inquisitoria contra todo lo que pudiera amenazar sus intereses: indígenas, negros, judíos, paganos, sanadores, y en particular si además son mujeres y niños.
En la Biblia fueron tergiversados muchos conceptos, fueron arrancados relatos enteros porque su contenido no conviene a los intereses de la iglesia. Después de eso nos dicen “esta es la palabra sagrada” y nos dan este mapa, en el cual cambiaron malintencionadamente las claves para acceder al tesoro.
En el mundo occidental y cristiano, somos criados bajo los conceptos morales y éticos que estos personajes inmorales y sin ética han impuesto como modelo; somos adoctrinados para encajar dentro de este “Sistema”.
Por éstas y otras opiniones soy considerado un rebelde, mote que me resulta sinceramente grato.
Como maestro, entiendo imprescindible que mis alumnos sepan de mi propio texto lo que vibra en mi interior.
Luego de mucho tiempo y algunas intensas vivencias en distintos planos de la misma realidad, ya no creo en un dios padre.
La Divinidad no tiene género; si lo tiene es femenino y por lo tanto no es el dios, sino La Diosa.
CREO EN UNA DIOSA MADRE QUE ES PURO AMOR INCONDICIONAL.
Eso no deja lugar para el dios que hace una fogata donde arrojar a sus hijos cuando se niegan u olvidan arrodillarse para satisfacción de la suprema arrogancia, un dios que pretende que olvidemos nuestra naturaleza animal y desperdiciemos la encarnación pidiéndole perdón por ser tan humanos.
La Diosa nos ama gracias a nuestra condición humana, ella nos creó así.
Si la Madre Diosa me ama como soy… ¿por qué debo ser otra cosa? Si no me gusto a mí mismo es porque busco encajar en las expectativas que otros tienen de mí, en lugar de aceptar, conocer, valorar y realizar mi propia persona hecha a su imagen y semejanza.
No fuimos hechos para encajar: fuimos hechos para sobresalir.
Soy un rebelde. No un revolucionario, no un inconforme: un rebelde.
Es un malentendido el pensar que ser rebelde es ser inconformista o revolucionario.
El inconformista es un reaccionario. Actúa desde su rabia, su violencia, su ego. Su acción no surge de la consciencia. Aunque vaya contra el sistema, el solo hecho de estar contra no implica necesariamente estar correcto. De hecho, la mayoría de las veces el moverse de un extremo a otro es moverse de un error a otro.
El rebelde es un tremendo equilibrio, y eso no es posible sin consciencia, sin estar alerta y sin un inmenso amor. No es una reacción, es una acción: no contra lo viejo, sino por lo nuevo.
El inconformista sólo está en contra de lo viejo, en contra de lo establecido, pero no tiene ninguna visión del futuro, ninguna concepción creativa del por qué se opone. ¿Qué hará si triunfa? Se encontrará perdido y totalmente avergonzado. Nunca lo ha pensado. No se ha sentido avergonzado, porque nunca ha triunfado. Su fracaso ha sido su refugio.
Cuando digo reacción, quiero decir que su orientación es básicamente dependiente: no está actuando impulsado por la libertad e independencia. Esto tiene profundas implicaciones. Quiere decir, que su acción es solamente un subproducto; también quiere decir que su acción puede ser controlada muy fácilmente.
El inconformista está siempre en manos de la sociedad y del sistema. El sistema sólo tiene que ser un poco más inteligente y astuto, y entonces puede usar al inconformista muy fácilmente, sin ninguna dificultad. Un inconformista está siempre en contra: si todos van a la derecha él irá a la izquierda, si la mayoría sube, él baja. Se le indica algo y él hace lo opuesto; es muy fácil de controlar.
Pero el sistema no puede usar al rebelde, porque él no está reaccionando a éste: tiene una visión de la humanidad nueva. Está trabajando para crear ese sueño, para transformarlo en realidad.
Si está en contra del sistema es porque este es un obstáculo para la realización de su sueño. Su foco no es el sistema. Su foco está en un futuro desconocido, en una posibilidad potencial. Actúa impulsado por su visión, por su sueño. Su consciencia decide en qué dirección quiere ir.
Esta es la diferencia entre reacción y acción: la reacción es siempre determinada por tu enemigo. Quizás nunca lo has pensado, que en la reacción es el enemigo el que está en posición dominante, él está decidiendo tu acción. Lo que sea que tú vayas a hacer, está decidido por él.
La sociedad y el sistema no pueden concebir al rebelde, porque no tienen siquiera una visión fragmentaria del gran sueño que el rebelde lleva en su alma. Todas sus acciones provienen de ese sueño, son perpendiculares al sueño colectivo. No está contra la sociedad, está a favor del hombre nuevo.
Su actitud es positiva, no negativa. No está enojado con la sociedad, está lleno de amor por ella. Sabe cuánto ha sufrido el hombre, cuánto y por cuánto tiempo ha vivido en miseria. ¿Cómo puede estar enojado?
Ni siquiera se queja del sistema: Está creando este mundo nuevo de tal manera que este sufrimiento, esta miseria y esta sociedad desaparezcan y que el hombre pueda vivir más naturalmente, más hermosamente, más amorosamente, más pacíficamente, gozando de todas las riquezas que esta existencia le brinda, de todos los invalorables regalos de la vida.
Libertad, amor, verdad, iluminación y el supremo florecimiento de su ser: todo está disponible aquí y ahora.
Las viejas estructuras fueron creando más y más impedimentos y obstrucciones contra el crecimiento del ser. Si el rebelde está contra esos obstáculos, es para permitir que el hombre nuevo viva sin cadenas ni prisiones, fuera de los campos de concentración de los dogmas: tan libre como un pájaro en vuelo, tan libre como un rosal que danza en la lluvia, en el sol; tan libre como la luna moviéndose en el cielo más allá de las nubes, en su extrema belleza, dicha y paz.
El rebelde es un ser totalmente diferente del revolucionario o el inconformista. Recuerda esto: ser inconformista es fácil, ser revolucionario no es muy difícil… pero para ser un rebelde necesitas de una tremenda transformación.
Cuando eres rebelde amas, pero tu amor no es superficial. Vives, pero tu vida es fuego.
¿Cuál es la diferencia entre el rebelde y el revolucionario?
El revolucionario es parte del mundo político, su enfoque es político: piensa que cambiar la estructura social es suficiente para cambiar al hombre.
El rebelde es un fenómeno espiritual. Su actitud es absolutamente individual. Su visión es que, si se quiere cambiar la sociedad, el cambio comienza en el interior del individuo.
La sociedad en sí misma no existe; es sólo una palabra, como rebaño, como muchedumbre. La encontramos como consecuencia de los individuos, nunca como su causa. Donde sea que encuentres a alguien, encontrarás al individuo.
Sociedad” es sólo un nombre colectivo, no una realidad: la sociedad no tiene sustancia. El individuo tiene alma, tiene una posibilidad de evolución, de cambio, de transformación; por tanto la diferencia es tremenda. Si la consciencia cambia, entonces la estructura social cambia. En sentido contrario no funciona; y esto ha sido probado por todas las sociedades: feudalismo, socialismo, capitalismo, fascismo, liberalismo, comunismo, cristianismo, todas han sido ideas revolucionarias… todas han fracasado.
La consciencia de la humanidad no ha crecido por siglos. Sólo muy de vez en cuando un individuo florece: un Buda, un Jesús…
Pero, en millones de personas, el florecimiento de un hombre no es una regla, es una excepción. Y como está solo, la muchedumbre no puede tolerarlo. Se convierte en una clase de humillación: su misma presencia se vuelve insultante porque nos abre los ojos, nos hace más consciente de nuestro potencial y nuestro futuro.
Hiere el ego no haber hecho nada para crecer, para ser más conscientes, más amorosos, más dichosos, y más creativos para hacer un bello mundo a nuestro alrededor. Nuestra existencia no ha sido una bendición: aun en nombre de Jesús hemos traído violencia, celos, codicia, envidia, se enseña el miedo en lugar de la Fe.
Jesús nos hiere porque él ha florecido, se amó a sí mismo y nos amó (“ama a tu prójimo como a ti mismo”: nadie puede dar lo que no tiene)… y nosotros estamos ahí parados. Las primaveras vienen, van y nada florece en nosotros, ningún ave hace su nido en nuestro pecho ni cantan a nuestro alrededor. Es mejor crucificar a Jesús, hacerlo a un lado, de modo que no nos sintamos espiritualmente inferiores.
Jesús fue y será siempre un individuo peligroso para quienes ponen las reglas de la sociedad, quienes pastorean (y esquilan) al gran rebaño. Estos “arrieros de devotas ovejitas” aseguran que los milagros son patrimonio exclusivo de Jesús, porque él era la divinidad.
Entonces nosotros, ¿qué somos?
Jesús nos enseñó:si tienes Fe como un grano de mostaza, cosas mayores que las que yo he hecho tú puedes hacer”.
¿Caminar sobre la mar? ¿Transformar el agua en vino, multiplicar panes y peces? ¿Sanar con las manos, con la mirada amorosa, con un soplo de vida?
Si preguntamos por qué nos muestran a Jesús sufriendo en la cruz, siempre dirán mintiendo que es “para venerar su sacrificio, él murió por nosotros”, ocultando la verdadera razón de esa imagen: advertirnos en forma sutil cómo podemos terminar si hacemos lo mismo… asusta un poco, ¿verdad?

Lo que estoy diciendo crea un sentimiento de inseguridad: da miedo desafiar las verdades impuestas. Pero, ¿qué es la seguridad? ¿Hay algo seguro en la vida? ¿Existe la seguridad, o es solamente una idea, una idea consoladora que el hombre se ha creado para sí mismo? ¿Qué seguridad existe?
La gente de Hiroshima y Nagasaki fueron a dormir con absoluta seguridad; y por la mañana no había más que fuego y cadáveres. No quedó nada vivo, ni los árboles, ni los pájaros, ni los animales, ni las personas. Toda la vida simplemente desapareció. ¿Cuál es la seguridad que existe?
¿Crees que esos seis millones de judíos alguna vez creyeron que las cámaras de gas serían su fin, que en cuestión de minutos saldrían por la chimenea convertidos en humo? ¿Qué seguridad existe?
La muerte puede venir en cualquier momento, y siempre viene sin aviso, ninguna advertencia. Nunca ha habido seguridad mayor que estar muerto: no pueden matarnos otra vez, las enfermedades no tienen nada que hacer con nosotros, no hay que preocuparse por el futuro.
Sin embargo seguimos viviendo con esta idea de seguridad; y cada vez que surge la idea de ser un rebelde, inmediatamente pensamos en la seguridad. ¡Pero no tenemos ninguna seguridad!
El rebelde lo comprende: no hay seguridad, por lo tanto no la pide. Vive en inseguridad, porque ese es un hecho real de la vida. No puede evitarlo, no puede prevenirlo, así que no hay necesidad de preocuparse al respecto. No pierde tiempo innecesariamente.
Tenemos que cambiar nuestra consciencia, crear mayor energía meditativa en el mundo, crear más amor. Tenemos que dejar atrás al hombre viejo y sus ideologías, sus discriminaciones, y crear un nuevo ser con ojos frescos, con nuevos valores: una discontinuidad con el pasado. Ese es el significado de rebeldía.
El inconformista se queja pero no propone cambios. El revolucionario intenta cambiar lo viejo. El rebelde abandona lo viejo, así como la serpiente abandona su vieja piel y no mira atrás. A menos que seamos rebeldes, la humanidad no tiene futuro. Sólo el hombre nuevo puede salvar a la humanidad, a este planeta y la bella vida en él.
Para mí, la rebeldía es la esencia misma de la religión: Es espiritualidad en su más absoluta pureza.
Yo no enseño religión, enseño rebelión.

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